Rescatar Lima
Caótica y fragmentada, en permanente expansión y sin un gobierno que logre gestionarla adecuadamente Lima cumple 485 años de su fundación española. Una ciudad en la que la planificación es una palabra hueca y sin contenido, y cada quien resuelve como puede los problemas a los que la ciudad nos expone cada día.
Es verdad que cada cierto tiempo, sobre todo al inicio de las gestiones municipales, se hacen expresiones de buenos deseos, convocatorias a la ciudadanía o por lo menos a especialistas, para elaborar planes, que si es que son culminados pasan a adornar alguna estantería u ocupar un espacio en algún servidor o disco duro. Esto es un problema nacional, pero en el caso de Lima, el problema se potencia por las características de la megaciudad en la que vivimos.
¿Tiene solución la inseguridad? ¿El transporte logrará convertirse en un sistema virtuoso e integrado? ¿Entenderán las autoridades municipales y las diversas entidades públicas con competencias en la materia que la coordinación es un factor clave? ¿Asumiremos que la privatización arbitraria de los espacios públicos rebaja nuestra calidad de vida? La lista de preguntas puede ser interminable y las respuestas a las mismas podrían llevarnos a un pesimismo terminal, pero si ni siquiera son planteadas en el debate público, la conclusión es que las cosas nunca cambiarán.
Lograr que la ciudad deje de ser ajena para quienes vivimos -quejándonos- en ella pasa por acabar con la desigualdad del acceso a los servicios públicos, a la vivienda, al transporte, al agua y saneamiento, a la seguridad, a la recreación, a un ambiente sano, al espacio público, a los parques, a las playas...y a un largo etcétera que gracias a décadas de neoliberalismo urbano -impuesto luego del fracaso estatal- han convertido a Lima en un lugar donde la ley que rige es la de quien tiene los recursos -económicos, logísticos, simbólicos o los que fueren- para imponerse sobre el que no los tiene.
Rescatar Lima no es una expresión de añoranza de un pasado que nunca fue, tampoco es un conjunto de medidas y obras inconexas; rescatarla es convertirla en una ciudad para que quienes vivimos en ella -sin importar ni cuándo ni cómo llegamos aquí- sintamos que es nuestra y que no hay que pedirle permiso -ni pagar cupo- a nadie o sacarle la vuelta a la ley para tener una mejor calidad de vida.