Luego de un vertiginoso año 2018, la política peruana parece haber entrado a una suerte de “calma chicha” en la que tenemos un presidente consolidado en su poder sin necesidad de tener una bancada, un gabinete tan gris que casi nadie conoce a sus miembros, un congreso entrampado en un acelerado proceso de fragmentación, que aprueba leyes mal hechas, y una desafección total de la ciudadanía en relación a las fuerzas políticas existentes.
Algunos ilusos precandidatos presidenciales confunden niveles de aprobación con intención de voto, aquellos que tienen su casi segura inscripción, como Julio Guzmán- gestionando sus silencios y los que no como Verónika Mendoza y Alfredo Barnechea buscando (nuevos) aliados -las siempre dispuestas franquicias- que les permitan competir en las elecciones del 2021. A la izquierda del espectro político ha emergido desde el altiplano la figura del gobernador regional Walter Aduviri -más preocupado en hacer política nacional que en gobernar Puno- que pareciera aspirar al espacio que ocupó “Goyo” Santos en la elección del 2016.
De otro lado vemos a un fujimorismo en desbande en el Congreso, ve sus posibilidades muy limitadas por el elevado nivel de desaprobación de los hermanos Fujimori, por encima del 70%. Ni que decir del aprismo, convertido en una especie en extinción por obra y gracia del ex presidente García. En ese extremo del espectro político hay quienes cómo César Acuña o Pepe Luna buscaran “pescar” en el desconcertado electorado fujimorista, más allá de los deseos de los agitadores virtuales de una DBA que anda buscando la B de Bolsonaro -que no es lo mismo que la B de Butters, aunque ganas no le falten a éste- en sus alicaídas filas.
¿Cuál será el eje de la confrontación el 2021? Es un poco difícil pronosticarlo, pero en todo caso pareciera que no se volverá a repetir las batallas del 2011 y el 2016 entre fujimorismo y antifujimorismo. ¿Volverá a ser acaso la confrontación por el modelo económico como la que planteó el primer Ollanta Humala el 2006, y que Alan García resolvió a su favor asociando modelo a sistema democrático?
Los vientos en la región parecieran soplar en otro sentido, pero el ánimo ciudadano en el Perú pareciera estar hastiado de la polarización que vivimos entre el 2016 y 2018. Si este sentimiento se mantiene es probable que la batalla del 2021 se concentre en el centro del espectro político, más allá de los augurios de quienes ven la posibilidad de una radicalización hacia los extremos.