¿Por qué negarse a conocer el horror de la guerra? O mejor dicho, ¿por qué negarse a reconocer que en una guerra, llámesele como se le llame, siempre se cometen graves violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad que acaban con la vida de las personas, tanto de los muertos como de aquellos que aun sobreviviendo siguen sufriendo las secuelas del conflicto?

Y es que conocer el horror, permite entender el horror. Y descubrir los claros oscuros y ambigüedades de todo conflicto. La guerra no es una secuencia de blanco y negro, la guerra está llena de matices, de grises, de traiciones, de marchas y contramarchas. No hay actor bueno en una guerra. Hay quienes pueden ser víctimas y perpetradores al mismo tiempo o en diferentes momentos del proceso, hay quienes pueden ser parte de los dos bandos, hay quienes huyen (y no hay que juzgarlos) y hay quienes resisten, hay quienes callan por temor y hay quienes callan por complicidad.

Por ello es tan importante escuchar a quienes vivieron el horror de la guerra, como ocurre en los documentales La búsqueda y Volver a ver, y no solo escucharlos y verlos, sino recorrer con ellos los lugares donde vivieron y sufrieron la guerra, porque la guerra no es un goce, salvo que se sea un psicópata. Por ello es tan importante escuchar las voces de Lurgio Gavilán, de José Carlos Agüero, de Dolores Guzmán o de los hombres y mujeres de las comunidades de Acosvinchos, de Cochas, de Huaychao. Unos narrándonos su drama personal, sea como hijo de senderistas en el caso de José Carlos, o de soldado y antes de guerrillero senderista como fue Lurgio, o de sobreviviente de una matanza como Dolores, con todos los traumas que llevan dentro. Y de la misma forma el drama de quienes luego de ver sus comunidades y a algunas de sus autoridades ajusticiadas cruelmente por Sendero decidieron enfrentarlo como colectivo, en medio de la precariedad, con tácticas de combate que habrían hecho reír a los jerarcas militares, y donde todos hombres y mujeres tenían un rol que cumplir para recuperar su libertad.

Y este ir y venir hacia el pasado es evocado en el caso del documental dirigido por Judith Vélez, a partir del notable trabajo de tres reporteros gráficos como Alejandro Balaguer, Oscar Medrano y Vera Lenz, que nos muestran el lado humano –tantas veces puesto en cuestión- de los reporteros de guerra. Los tres nos conmueven en ese reencuentro con quienes nunca habían visto sus fotos, algunas de las cuales, quizás uno las haya visto pero sin saber quiénes eran esos campesinos y campesinas que eran retratados en medio del horror y la barbarie. Ese encuentro de la memoria gráfica con el testimonio oral en quechua enhebra ambos relatos y los enriquece y nos permite Volver a ver con otra mirada.

Pero a veces la imagen gráfica no basta para mostrar lo que pasó, y por ello el documental de Daniel Lagares y Mariano Agudo apela a lo que la guerra deja, que son no solo secuelas, sino además restos, o ruinas como bien lo dice Agüero en la Isla del Frontón. Desde las ruinas de una base al pie del Razuhuillca también nos habla Lurgio, y desde esa otra forma de ruina -que es una fosa común- Dolores no solo nos habla sino que nos hace revivir con su silencio y sus lágrimas la terrible matanza de la que fue testigo. Y así la memoria se enhebra con las ruinas y con los diálogos que cada uno de los personajes de La búsqueda tienen con sus muertos y desaparecidos, al que se suman incluso los arqueólogos forenses, todos con la misma intención: mostrar las heridas para cerrarlas, desenterrar a estos muertos sin nombres para enterrarlos con dignidad, con respeto, con sus nombres.

En un país donde la verdad es constantemente negada, vejada, desaparecida y enterrada, historias como las que nos cuentan La búsqueda y Volver a ver son un abierto desafío a quienes practican el negacionismo y el terruqueo, por ello es tan importante escuchar y conocer a quienes no callan, a quienes a pesar del horror que les tocó vivir tienen el valor de decir su verdad con la mayor dignidad posible. Y no callar es ejercer la libertad, esa que tanto cuesta ejercer en nuestro país… Pero se puede.