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El fujimorismo y la izquierda: una batalla por la memoria y el poder

Publicado: 2016-11-03

Hace un par de años se celebraba en diversos medios la publicación de una serie de libros que desde distintos ángulos abordaban el tema de la memoria. No eran perspectivas académicas sino más bien testimoniales o de ficción. Aquellos libros que parecen haber sido rápidamente olvidados se llamaban "Memorias de un soldado desconocido", escrito por el antropólogo ayacuchano Lurgio Gavilán, "Los Rendidos", del historiador y poeta José Carlos Agüero, y "La distancia que nos separa", del periodista y escritor Renato Cisneros.

Los tres fueron celebrados y recibidos como ejercicios sinceros de memoria, de quienes en su condición de actores de la guerra (Gavilán) o hijos de ellos (Agüero y Cisneros) asumían y/o procesaban las responsabilidades propias y ajenas. Sin embargo, aquel momento no fue más que un chispazo fugaz y pasajero, y de nuevo vemos portadas de medios o declaraciones en los que, a más de 20 años de la derrota militar de Sendero Luminoso, parecieran añorar los años de la barbarie y el terror. 

Pero la pregunta es ¿y por qué de pronto volvemos a lo mismo de siempre? A mi entender hay dos razones que explican estas nuevas batallas de la memoria: la consolidación del fujimorismo como una derecha de base popular y la emergencia de una nueva izquierda bajo las banderas del Frente Amplio, con peso propio sobre todo en el sur del país. Dos bloques políticos que tienen serias posibilidades de llegar al poder el 2021, y que se perciben mutuamente como enemigos, antes que como adversarios

Del lado del fujimorismo, además cuentan con sus siempre dispuestos aliados apristas, cuyo anticomunismo histórico es casi un objeto arqueológico, pero que aunado al discurso "contrasubversivo" del fujimorismo, resulta eficiente frente a una izquierda joven y timorata que se pone a la defensiva, en vez de afirmar con claridad y contundencia su compromiso con la democracia y los derechos humanos.

En ese sentido, es bueno recordar lo que ha señalado Guillermo Nugent, en su primera entrevista como director del Lugar de la Memoria: "Diría que la palabra 'terrorista' se ha convertido en una metáfora hostil. Quien acusa a otra persona de terrorista sabe en su fuero íntimo que no se trata de alguien implicado en esas actividades. La emplea de manera metafórica, como un estigma. Muchas veces, la manera de defendernos del sufrimiento es tachando a quien es distinto como un enemigo radical".

Mientras la nueva izquierda peruana no entienda que no hay razón alguna para seguir cargando en sus hombros las inconsistencias y las aventuras armadas del pasado de una parte de la izquierda, la chapa de "terruco" que el fujimorismo y el aprismo le encajan seguirá teniendo impacto en una opinión pública a la que tomará décadas superar los traumas que nos dejaron la guerra interna y el terrorismo. Y eso no significa concederle nada a sus adversarios políticos, al contrario. Cuanto más se desmarque nuestra izquierda del siglo XXI del pasado, más legitimidad tendrá ante la población, y su camino al poder será menos complicado.

En el fondo, las batallas por la memoria de hoy no son más que las batallas por llegar al poder el 2021. Y ya es hora de que comencemos a entender que la memoria de la guerra que vivimos no es un asunto académico o estético, sino fundamentalmente es un asunto político.



Escrito por

El Arriero

Javier Torres Seoane: Antropólogo de profesión y comunicador de oficio.


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Un blog de Javier Torres Seoane