Carmen Mc Evoy, historiadora y profesora de la Universidad de Sewanee, es la invitada en una nueva edición de El Arriero, para hablar de “Chile en el Perú: La ocupación a través de sus documentos 1881-1884” (Fondo editorial del Congreso del Perú, 2016). Este libro compila más de 400 documentos de diverso tipo antecedidos por un estudio preliminar que abre nuevas pistas de investigación de uno de los períodos más dolorosos de nuestra historia. 

McEvoy nos explica que “siempre nos hemos detenido en estudiar la guerra, las batallas, pero la parte política, la continuación de la guerra, la construcción del Estado en el proceso de la guerra es algo a lo que no le hemos prestado mucha atención porque nos hemos quedado paralizados con el incendio de Chorrillos y la partida de Piérola”, y agrega que el vacío historiográfico del período se debe a que “es más doloroso que la guerra. Si ves la caratula del libro tener que asimilar un Palacio de Gobierno con una bandera que no es la tuya, tener que pasar por ese Palacio de Gobierno cotidianamente y tener que aceptar que no está gobernando un presidente peruano es lo más traumático que puede existir”.

Ocupación: Modelo para armar

La historiadora considera que el trabajo contribuye a “deslimeñizar la ocupación, porque siempre pensamos que Lima es el foco de la ocupación, mientras que esto es un experimento que empieza en Antofagasta y que, a través del error y del acierto, van logrando crear esta maquinaria política que se va perfeccionando y que al llegar a Lima adquiere dimensiones regionales, porque la costa desde Chiclayo hasta Antofagasta está totalmente ocupada por el ejército chileno”.

El proceso de ocupación se nutre de “estos saberes burocráticos que Chile ha logrado desarrollar a lo largo de tres o cuatro décadas van a ser aplicados en el Perú, y van a ser aplicados estando conscientes de lo que se tiene que hacer: tomar el correo que el centro de la comunicaciones, conectar el telégrafo con su centro de control que es Valparaíso, administrar el cupo, percibir las contribuciones -no solo el cupo de guerra- de peruanos pagándole a un estado subsidiario para mantener a las tropas”.

Sin embargo Mc Evoy advierte que el modelo no estaba exento de tensiones ya que “este engranaje que ellos van armando, termina por convertirse en una especie de cárcel, de la que no pueden salir ni vencedores ni vencidos, porque por un lado está burocracia que se ha creado de cerca de quince mil entre militares y burócratas que se resisten a dejar el Perú porque ganan 60% más” y donde podías estar bien pagado, sentirte superior, tener el control absoluto de la ciudad” . en ese sentido “el modelo crea sus propias contradicciones, y estas le van a reventar en las manos al presidente Santa María cuando el presiona por desocupar y las burocracias por una especie de inercia natural, presionan para quedarse”.

La historiadora señala que “la ocupación es una consecuencia no deseada de la guerra, está un poco ligada a la resistencia de Cáceres, está ligada a la resistencia de los políticos peruanos de firmar un tratado que significaba la muerte política”. Y es frente a esta situación y a la necesidad de lograr la cesión de Tarapacá que “los chilenos entienden, probablemente después de la crisis del gobierno de la Magdalena con García Calderón, que tienen que quedarse y esperar. Esa espera va ir perfeccionando el mecanismo que es una especie de aparato estatal mínimo que se necesita para sobrevivir”, aunque como bien apunta Mc Evoy, el estado chileno se ve en la necesidad de establecer cierta disciplina de sus tropas y oficiales porque saben que “la ocupación está transgrediendo el derecho internacional, entonces tratan de hacer las cosas en la medida de lo posible lo más potables para la opinión pública internacional”.

La prensa perversa

Otro aspecto central en el período es la pelea por la opinión pública, y los documentos nos muestran que “así como hay un modelo de ocupación, tienes que llegar a poner tu periódico que va a ser el vocero de las fuerzas de ocupación”. Y los documentos muestran cómo funcionaba este procedimiento “en el caso de Ica se ve claramente que van a comprar un periodista Benito Neto, pero antes de que se le contrate hace una especie de mea culpa de los ataques que ha hecho contra Chile y se reconvierte en la voz de ellos y el discurso es “ustedes no han sabido administrar sus territorios, dennos las gracias que estamos acá, los vamos a organizar, firmen el tratado y yo les prometo que el futuro ustedes van a ser felices”. Lo que explica Mc evoy es que estamos frente a “una prensa perversa que está tratando de convencer al vencido de su inferioridad. En ese sentido es una prensa novedosa…que juega esta función de minar la autoestima”.

Dos mentes frías

El gran personaje de la ocupación es el marino Patricio Lynch, quien fuera el Comandante en Jefe del ejército de ocupación, personaje clave para los objetivos de Chile en la guerra y nefasto para la historia del Perú, que se convierte en el jefe ideal para liderar la ocupación, a entender de Mc Evoy porque “ha logrado una autonomía de los intereses porque él no sirve al ejército, no sirve a la marina porque él se formó en la marina inglesa en las guerras del opio. Esta autonomía de Lynch le permite ser un servidor absoluto del estado. El es el estado. El título del libro Chile en el Perú es lo que un periodista dice de él “Patricio Lynch es Chile en el Perú”. Y él lo encarna por unas circunstancias muy peculiares de su vida”.

Entre los valiosos documentos recogidos en el libro destacan las cartas del presidente de Chile Domingo Santa María a Patricio Lynch cuya relación la historiadora resume de la siguiente manera “Santa María y Lynch son mentes frías, que tienen que cumplir una misión no importa cómo. Tener esa forma de ser viene de una larga tradición en el caso de Lynch de ser un guerrero y Santa Maria de ser un político sin escrúpulos”. En el caso de Lynch “uno de los ejemplos más claros de esa falta de humanidad, es cuando el propone la expedición que lleva su nombre, él es jefe político militar en Iquique y dice “que tal si vamos al norte del Perú y les incendiamos todas las haciendas”, y va y les quema todo, sin ningún tipo de remordimiento”.

Cómo enseñar la Ocupación

Chile en el Perú es un libro fundamental que deja enormes lecciones, y muchas pistas para futuras investigaciones, pero además nos plantea el reto de cómo enseñar a los jóvenes este trágico periodo tan poco conocido por las nuevas generaciones. Carmen Mc Evoy considera que una manera de abordarlo “sin caer en el nacionalismo el mensaje seria “tu tienes que preservar la unidad y la fortaleza de tu nación”, lo que fomenta un nacionalismo sano en una periodo de globalización cuando las ocupaciones ya no son políticas sino económicas”. La autora agrega “tu tienes que defender tu mar, tu aire, tu sistema de comunicaciones, porque si no lo defiendes - y esto se lo vas contando como una historia a los niños pequeños para cuando ellos estén en la toma de decisiones recuerden- si nosotros no preservamos ciertos estratos básicos de nuestra economía es muy fácil que vengan de la China o de cualquier lugar del planeta y nos ocupen”.

Mc Evoy considera que tiene que estar claro que “la guerra terminó, ya no hay que victimizarse más, hay que aprender las lecciones. Y yo creo que una de las lecciones más amargas es que cuando llegan a palacio de gobierno Piérola les ha dejado los padrones de contribuyentes. Todos. Es como que tu dejaras las computadoras con toda la información del Sunat y comenzara a cobrar los impuestos” por ello concluye señalando que “una lección clara es hay que defenderse, y hay que defenderse con instituciones sólidas”.