El Fiscal de la Nación en la mira de Palacio de Gobierno
El escenario político sigue movido. Y en el habitual vaivén de la política peruana, el gobierno es el más golpeado. Tarea en la que además colaboran diariamente los medios, aunque hay que decir que el oficialismo les hace cada vez más fácil la tarea.
Pero el gobierno parece haber encontrado un nuevo enemigo: el Ministerio Público. Institución que por un lado ha reabierto una investigación -bastante cuestionada- sobre la primera dama, y de otro lado ha pedido 25 años de cárcel para el ex ministro Urresti por el asesinato del períodista Hugo Bustíos.
Sobre el mazazo que ayer recibió la voceada candidatura del ex ministro Urresti, Augusto Alvaréz Rodrich sorprende un poco a sus lectores al no descartar que se trate de una maniobra política: "Es posible, como ha insinuado el presidente Ollanta Humala, que la oportunidad de la acusación –al día siguiente de inscribirse– sea una maniobra de la fiscalía, una entidad en la que el Partido Aprista se mueve como pez en el agua".
Es históricamente cierto el peso del Apra en la fiscalía, pero también lo es que en los últimos tiempos con la gestión del fiscal Pablo Sánchez ha comenzado a cambiar, tal como lo resalta JJ. Garrido: "para mala suerte de la pareja presidencial, el primísimo ya no está al mando de la Fiscalía. ¿Cambiaron las cosas? Pueden apostar a que sí; tanto que el mandatario no se guardó ni el decoro al referirse antes de ayer al fiscal Rojas."
Por ello resulta curioso que Pedro Tenorio, en una columna en la que cuestiona la ausencia de liderazgo en el sector público, meta en la misma bolsa al fiscal Pablo Sanchéz, al opaco ministro de economía Alonso Segura y al fantasmal alcalde Luis Castañeda, señalando su aparente incapacidad de respuesta frente a las altisonantes críticas de Humala, quien cree que "el fiscal que investiga a su esposa por un presunto lavado de activos está loco y perpetra una salvajada jurídica. Además, califica como mamarracho el expediente. Y mientras esto sucede, Sánchez, cabeza de la institución, chitón boca. ¿No tiene nada que decir? ¿Acaso respetos no guardan respetos?".
Pero como bien señala hoy Federico Salazar, el problema no es el silencio del Fiscal de la Nación sino la pataleta del presidente, ya que "no es un candidato placero o un columnista desaforado o un tuitero cualquiera. Es el jefe del Estado.". Pero quizás el silencio de Sanchez sea porque justamente tiene aquello que Salazar sugiere que ya no tiene el Presidente: "la autoridad la tiene siempre quien domina su propia situación. La alharaca, más bien, suele delatar a quien no se siente seguro de su condición".
Habrá que estar atentos a lo que ocurra en los próximos días y semanas al interior del Ministerio Público, y esperemos que las iras presidenciales no terminen frenando el proceso de limpieza que viene realizando Pablo Sánchez, y haciendo un favor a las diversas mafias a las que tanto critica el presidente Humala.