Aunque uno pensaba que sobre el diálogo ya todo esta dicho, siempre se puede rascar la olla y encontrar nuevas lecturas. Es eso lo que hace Juan Carlos Valdivia, quien describe a la democracia humalista como "los escucho a todos, pero hago lo que quiero. Les hago creer que están participando, pero al final yo tomo la decisión".  

Ahora, si bien nos queda la duda de quién decide en Palacio, podemos decir, en beneficio de nuestro hamletiano presidente, que si por lo menos escucha, eso sería un salto cuántico frente a Alan García o Alberto Fujimori. 

Mirko Lauer -en la misma linea de Rosa María Palacios ayer- señala que el diálogo le da un "alivio al gobierno" y  por ello "quienes rechazaron el diálogo deben estar lamentando su impulso. No necesitaban ese gesto para afirmar su distancia respecto del oficialismo... Tampoco necesitaban convertir a los variopintos asistentes en la sombra de un frente contra ellos, y menos entregarle el pastel a Pedro Pablo Kuczynski".  

Juan Carlos Tafur va más lejos y señala las graves consecuencias electorales que les puede traer a los ausentes el no haber participado en el diálogo "No es casual que los únicos candidatos que descienden en su intención de voto sean Keiko Fujimori y Alan García. Suben PPK y hasta Ale­jandro Toledo. La errónea creencia de que quien se apodere del liderazgo de la oposición es quien tiene las llaves del triunfo electoral, está llevando a García y Fujimori a un escenario de alto riesgo". Ya que como todo el mundo sabe, en el Perú siempre gana el que se pone al centro.

Dentro del universo de insatisfechos con el diálogo encontramos a Guido Lombardi y Carlos Adrianzén. El primero por la falta de audacia en lo que "hasta el momento es una mesa de diálogo que pretende ocultar la cucaracha en la pizza echando una mosca en la gaseosa". O sea, pura distracción.  Mientras que para el segundo, el presidente sigue creyendo que el problema es "la ausencia del Estado en muchos lugares", lo cual para un liberal como Adrianzén es el equivalente a una lluvia ácida.

Carlos Meléndez por su parte coincide -aunque con un verbo menos punzante- con lo dicho ayer por Rolando Breña, señalando que "entre la mayoría de partidos nacionales registrados sobresalen vehículos personalistas, vientres de alquiler, organismos de pasado auspicioso y presente lamentable", a quienes la tan reclamada reforma electoral debería embarcar en la nave del olvido. Pero Pitufo no come Pitufo.