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Javier Diez Canseco, un luchador incansable

Publicado: 2013-04-02

Cuando se escriba la historia política peruana del siglo XX, solo unos cuantos nombres quedarán en la memoria, y de la izquierda seguramente pocos: Hugo Blanco, Alfonso Barrantes y Javier Diez Canseco. Blanco como líder de las épicas tomas de tierras en La Convención. Barrantes como el primer alcalde socialista de Lima. Y Diez Canseco como el más tenaz defensor de los derechos humanos, además de fiscalizador implacable en un tiempo de terrible corrupción. La vendetta orquestada por sus viejos enemigos, en complicidad de quienes hasta hacía muy poco tiempo fueron sus aliados, es la mejor prueba –amarga pero irrefutable– de que la obra de Javier ha sido siempre incómoda para el poder. Y por ello necesaria.

La vida de Diez Canseco es indisociable de la historia de aquello que se llamó “nueva izquierda”. Esa izquierda que, surgida bajo el embrujo de la revolución cubana, no supo trascender la tendencia autoritaria de lo que en décadas pasadas se reconoció como “socialismo realmente existente”. Esa izquierda que, a través de un enorme trabajo de organización y movilización, logró con los sectores populares una conexión de tal magnitud que hizo posible, creíble, que a mediados de los ochenta sería gobierno, aunque este horizonte se desbaratara tanto o más que por factores externos, por la terrible “interna” del proyecto de Izquierda Unida.

Mucho se ha dicho sobre el rol de Diez Canseco en aquel proceso, en particular sobre el peso que tuvo su confrontación con Alfonso Barrantes. A la postre, la contradicción no la resolverían ni los partidos ni los líderes zurdos, sino los propios electores –e incluso algunas corrientes de la propia izquierda–, que desde 1990 abandonaron a este sector para optar por un desconocido Alberto Fujimori. Frente a esa aventura, en la que la identidad de izquierda se comenzó a diluir, Diez Canseco mantuvo un terco e indeclinable rechazo al proyecto autoritario de Fujimori, tarea en la que terminó por reencontrarse no solo con viejos compañeros de lucha, sino con algunos de sus rivales políticos de décadas anteriores, con quienes dio dura pelea por recuperar la democracia.

Ya en el período de transición, aún cuando el grueso de partidos y políticos que habían luchado contra Fujimori mostró no estar interesado en cuestionar el modelo económico consagrado en la Constitución de 1993, Javier Diez Canseco insistió en la necesidad de revisar las reglas de juego. En un momento en el que buena parte de la ya vieja “nueva izquierda” se había domesticado, él fue de los pocos que no desmayaron en señalar cómo nuestros derechos eran reducidos en nombre de la sacrosanta libertad de mercado. Quizás por ello apoyó con entusiasmo la candidatura de Ollanta Humala en 2011, sin saber que en un lapso muy corto este terminaría arriando las banderas de la “gran transformación”. Y aún más allá, permitiendo que la bancada “nacionalista” se sumara al ajusticiamiento político al que Javier fue sometido sin razón alguna, en una de las venganzas políticas más vergonzosas hechas en el Congreso de la República.

Quienes fuimos jóvenes en los ochenta recordamos a ese congresista flaco de lentes y barba que denunciaba con energía e indignación, desde su escaño o en las calles, los graves crímenes y matanzas que en ese tiempo ocurrían en Ayacucho. Ahora que Javier Diez Canseco pasa por el difícil trance de una grave enfermedad, es posible apreciar cómo las tantas luchas y batallas en las que se embarcó nos han dejado huella, más allá de los avatares y las diferencias políticas. Si me tuviera que quedar con una, no dudaría en afirmar que si la historia política del siglo XX peruano guarda para Javier un lugar especial, es en la historia de la defensa de los derechos humanos, en que su figura es primordial.


Escrito por

El Arriero

Javier Torres Seoane: Antropólogo de profesión y comunicador de oficio.


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Un blog de Javier Torres Seoane