Para los informales del campo no hay “otro sendero”
Hace más de veinticinco años la derecha peruana descubrió a su nuevo héroe, el ‘informal’ que había conquistado la ciudad de Lima, a pesar de todas las trabas que el Estado corrupto y burocrático le imponía. El heroísmo del ‘informal’ consistía en haber sabido burlar esas trabas, a través –en la mayoría de los casos- del incumplimiento de la ley. Palabras más, palabras menos, ese fue el poderoso argumento del bestseller El otro sendero, escrito por De Soto, Ghersi y Ghibellini.
La construcción del ‘informal’ fue, sin duda, uno de los elementos centrales de la posterior derrota del discurso comunitario de la izquierda peruana, que en aquellos años le hablaba a un colectivo y no a los individuos. A la vez generó un nuevo sentido común que sirvió para legitimar el desmantelamiento del fracasado Estado empresario, y avalar todo el proceso de privatización desarrollado por el fujimorismo. Pero además para decirnos que lo único que el Estado debía entregar eran títulos de propiedad.
La política de titulación de propiedad no generó, ni en la ciudad ni en el campo, la transformación que prometía el discurso neoliberal. Lo que dinamizó la economía peruana, como siempre ha sucedido en nuestra historia, fue la exportación de materias primas, a lo que se agregó la generación de una economía de servicios en torno a las regiones mineras o agroexportadoras. Sin embargo el ‘informal’ de la ciudad siguió trabajando duro y parejo, y con el tiempo comenzó a ser llamado ‘empresario emprendedor’, y como en todo en esta vida, hubo grandes éxitos y muchísimos fracasos.
Mientras esto ocurría en la ciudad, en el campo comenzó a aparecer un nuevo “informal”, o mejor dicho, lo empezamos a reconocer- porque siempre había estado ahí- como un problema. Este productor informal, al igual que el de la ciudad, trabaja burlando la ley. Pero a diferencia de los ochenta, no hay discurso que pueda incorporarlo, porque este poblador se dedica a actividades ilegales, como la extracción de madera, el contrabando ‘hormiga’, la producción de la hoja de coca para el narcotráfico y la cuestionada y contaminante extracción de oro.
El agotado discurso neoliberal ya no tiene creatividad para construir nuevos héroes, y tampoco tiene nada que ofrecer a las miles de familias peruanas que viven de estas actividades. La derecha se limita a pedir orden, entendido como la intervención de la policía y el ejército. Y, por desgracia, el pragmático gobierno ‘nacionalista’ del Presidente Humala parece asumir que no hay ‘Hoja de ruta’ ni ‘otro sendero’ que pueda incluir, de alguna manera, a los ‘informales’ del campo.
(Javier Torres Seoane/Diario 16)