No hay la menor duda que el ministro de Energía y Minas, Jorge Merino es un funcionario perseverante y de ideas firmes. Por eso es que a pesar que el proyecto Conga ya es parte de la historia de los grandes proyectos mineros que “no fueron”, él sigue insistiendo y afirma que “estamos confiados en que con este nuevo relacionamiento que está haciendo la empresa Newmont-Yanacocha con las comunidades, Conga también se desarrollará”, Para Merino, la evidencia es la construcción del reservorio de Chalhuiagon, uno de los compromisos de la empresa con las comunidades de la zona de impacto directo del proyecto.

Quizá la confianza del ministro se base en otras razones. Quizá en que las últimas movilizaciones, paros y protestas convocados por el Comité Único de Lucha no han tenido buena convocatoria, o tal vez en las evidentes diferencias entre los principales opositores al proyecto, que se preparan para las elecciones regionales del 2014 y las nacionales del 2016. O quizá piense el Ministro que una eventual derrota de Goyo Santos le faciliten la vida al proyecto.

Sin embargo, la confianza del ministro parece no ser bases muy firmes, ya que ni Conga, ni sus vecinos Michiquillay y Galeno están avanzando. Y es sabido que Minera Yanacocha tuvo que ajustar sus presupuestos para afrontar la suspensión del proyecto. De otro lado, creer que una “mesa de desarrollo” destraba los problemas es no darse cuenta que el rechazo a Conga fue el catalizador de los muchos conflictos que Minera Yanacocha sembró a lo largo de veinte años.

A casi dos años de iniciado el conflicto Conga, el proyecto sigue paralizado, salvo en la cabeza del señor Ministro y de algunos sectores opositores a la minería, que parecen no darse cuenta que lo que lograron hace más de un año fue derrotar a Minera Yanacocha, y cerrar por algunos años el horizonte minero del norte del Perú. El problema es que al no asumir la victoria que eso significó, viven al igual que el ministro Merino, atrincherados peleando una guerra que ya terminó.